El papa Urbano II toma bajo la protección de la Santa Sede al Monasterio de Montearagón y el reino de Aragón, regula las relaciones de aquél con los obispos, confirma las donaciones hechas por el rey Sancho Ramírez y faculta a los canónigos para elegir abad. Impone la condición de que el monasterio pague anualmente una onza de oro al palacio de Letrán.