Inocencio III recuerda a Pedro II, rey de Aragón, su coronación real en el monasterio romano de San Pancracio, la oblación que con tal ocasión hizo del reino y su juramento de fidelidad y obediencia a la Santa Sede prestado sobre el altar de San Pedro. Concede que la coronación de los reyes de Aragón se haga solemnemente, de mandato pontificio, en Zaragoza por el arzobispo de Tarragona.