Desde 2008 se celebra todos los veranos un encuentro de escritoras aragonesas llamado Brioleta. Lo organiza la Comarca Alto Gállego y tiene su sede en el pueblo de Yésero. Por allá pasó Irene Vallejo, por ejemplo, en junio de 2019. Allí contó que tenía intención de publicar una obra, que todos conoceríamos después como El infinito en un junco.
Pero pensaréis ¿por qué nos hablan de Brioleta en un blog de archivos? Pues porque los archivos contienen a veces documentos que relatan (y reconstruyen) historias dignas del mejor argumento literario. Por eso, en la edición de este año 2024 fui invitada a participar (como archivera), ofreciendo una ponencia que se tituló “Los archivos en femenino como fuente de creación literaria”. Desde la Comarca, se valoró a la hora de plantear esta proposición el trabajo de difusión (publicaciones, exposiciones, producciones audiovisuales, charlas…) que se viene realizando desde el Archivo Histórico Provincial de Huesca. En este archivo trabajé, no hace mucho tiempo, y en él participé en equipo con Begoña Alonso en proyectos como Mujeres en tiempos de guerra o Mujeres para la vida de Joaquín Costa, dentro de la publicación seriada El Archivo nos cuenta, para dar visibilidad a las mujeres en los archivos. Se enmarcaban dentro del proyecto Cultura en igualdad del Gobierno de Aragón, y del Pacto contra la violencia de género del Ministerio de Igualdad.
De ello hablé, entre otras cosas, en Yésero. Y resultó ser un tema con bastante interés para el público que asistió a esta charla, que descubrió que en los archivos se conservan interesantísimas historias reales, protagonizadas por mujeres, que, por lo elaborado de las mismas, podrían transformarse en pura literatura.
Pero comencemos por el principio de la jornada. El encuentro debutó con un taller de elaboración de impresión en tazas, en las que se estamparon frases que las intervinientes previamente habíamos enviado a Bea Juárez, diseñadora que desarrolla su trabajo desde Biescas. Como podéis ver en esta fotografía, mi frase y firma fueron “Yo soy archivera/ Elena Cubero”. La verdad es que quedaron todas muy bonitas. La planta que veis en primer plano es una violeta africana con la que también nos obsequiaron desde la organización.
Al mediodía, las escritoras y yo (que asistía como ponente) conversamos durante la estupenda comida que nos ofrecieron en el restaurante de Yésero, contándonos un poco de dónde veníamos y cómo desarrollábamos nuestros respectivos trabajos.
También nos reímos y bromeamos un poco sobre quién estaba más nerviosa, si ellas ante el coloquio que realizan las autoras, que como otros años tenía como tema de debate “Por qué escribimos”, o yo, frente a la charla.
Y a las 16: 15 h, comenzó la ponencia en la iglesia de Yésero sobre “Los archivos en femenino como fuente de creación literaria”. Aunque expliqué varias historias -todas con un toque novelesco- protagonizadas por mujeres, una de ellas centró la atención. Os cuento y juzgáis:
En el proyecto de difusión Mujeres en tiempos de guerra, tuvimos que seleccionar varias fichas de mujeres que fueron puestas en libertad en la década de 1940, tras haber sido detenidas y apresadas durante la Guerra Civil, por haber colaborado de algún modo con el «bando perdedor». Las fichas contenían los datos de las presas, el tipo de delito del que habían sido acusadas, y una pequeña fotografía de carnet. Tengo que decir que cuando se seleccionan documentos que vayan a formar parte de una exposición, se priman los que tengan un buen estado de conservación, y sean además visualmente atractivos. Pero a veces, si alguno de ellos llama la atención por alguna peculiaridad o rareza en su contenido, pueden incluirse. Es lo que sucedió con una de las fichas que finalmente sí seleccionamos, a pesar de que el óxido de la grapa que unió en su día la fotografía de carnet a la base de cartón había deteriorado parcialmente la imagen del rostro de una de estas mujeres, llamada Eulalia, nacida en Fontellas (Ayerbe). ¿Por qué la elegimos a pesar de todo? Pues porque era la única mujer que aparecía acusada de espionaje, lo que suponía una condena a la máxima pena: la de muerte. La verdad es que no le veíamos para nada aspecto de espía, era una chica sin más, que posaba tranquila con una chaqueta o abrigo de solapas triangulares, distinguiéndose a su espalda un antiguo vehículo, aparcado, quizás, en alguna calle de Ayerbe.
Esta ficha, junto a otras, estuvo expuesta en el Archivo Histórico Provincial de Huesca, en una muestra documental que puedo verse en su vestíbulo entre 2020 y 2021.
Dentro de la función de difusión en los archivos, además de las exposiciones, se ofrecen visitas guiadas a sus instalaciones con explicación de las labores que se realizan en estos centros. Y aquí es donde comienza a entrelazarse, en esta historia, el presente y el pasado. En una de estas visitas guiadas que estábamos ofreciendo un día a un grupo de alumnos de una academia de Huesca, que estaban terminando un curso de administración, incluimos una breve explicación de esta muestra documental. En un momento dado, una de las alumnas, pidió acercarse a la vitrina que contenía, entre otros documentos, las fichas. Y allí fue cuando “hizo clic” la conexión del presente y el pasado, cuando casi sin poder apartar la vista de una de las fichas dijo:
—“Es mi abuela”.
—¿La espía? —Pregunté con mi mayor cara de asombro, arrepintiéndome un poco casi a la vez de mi excesivo tono de coloquialidad al referirme a ella…
Y a partir de ese encuentro empezó a cobrar vida la reconstrucción de la historia de Eulalia Giménez, a la que habíamos otorgado el alias de “la espía” en la fase de preparación de la exposición, y que nos tenía desde el primer momento muy intrigadas.
Eulalia no sólo era la abuela de esta alumna que casualmente estaba de visita en el archivo, sino que además había estado muy unida a ella. Le había contado desde niña muchas veces su experiencia como presa en la temible cárcel de Saturrarán (Guipuzkoa) a donde la trasladaron. Saturrarán se construyó como balneario, fue donado después a la diócesis de Vitoria, y en 1937 fue habilitado como prisión. Allí fue donde probablemente Eulalia vio por primera vez el mar. Y fue allí también donde vio morir fusiladas a compañeras, como aquella chica con la que se llevaba tan bien, a la que dispararon al poco tiempo de dar a luz, y de cuyo bebé no dejaron hacerse cargo a Eulalia, a pesar de que así lo pidió con toda su insistencia.
Volviendo a la ponencia en Brioleta: mientras yo relataba esta historia, alguien, impaciente por seguir conociendo el desenlace, preguntó:
—¿Pero ella era o no era espía?
—Enseguida os contaré —dije.
En 1937, en casa de nuestra protagonista acogieron unos días (ya no por motivos políticos, sino porque eran amigos de toda la vida) a dos republicanos huidos. Y es que hay amistades que perduran a pesar de (y también después de) guerras fratricidas. Cuando Eulalia iba a Ayerbe a comprar el pan, daba noticias a la familia de los huidos de que estos se encontraban bien. Sin más. Ellos estuvieron ocultos unos días y luego se marcharon. Pasaron después a Zuera, de donde tuvieron que retirarse. Allí fue donde se dejaron olvidado un “bloc de tapas negras” en el que habían anotado los movimientos que iban realizando, incluida su estancia en casa de la familia de Eulalia. Este bloc, que simplemente se usaba como una especie de diario de operaciones, se convirtió en prueba involuntaria, que implicaría a varios de los miembros de la familia de Eulalia, incluida ella misma. Fueron detenidos, interrogados y encarcelados. Para corroborar la autoría de lo escrito en el bloc, y la veracidad de lo que contenía, se llamó a testificar al maestro de Ayerbe. Este aportó un cuaderno escolar del republicano que habían acogido, con el que se confirmó que tenía la misma letra. Se guardó como prueba, y según consta se incorporó también al proceso (muy probablemente, tanto el bloc como el cuaderno escolar se conservan en otro archivo, y seguirían ampliando esta historia). Los hechos están recogidos con todo detalle en el expediente penitenciario de Eulalia, conservado en el Archivo Histórico Provincial de Guipuzkoa. Lo sabemos porque desde allí, muy amable y profesionalmente, sus trabajadoras nos facilitaron una copia, para dar más luz a esta historia. En este expediente se detallan las fechas de traslado de Eulalia por diferentes cárceles, desde la prisión de Zaragoza pasando por la de Amorabieta, para terminar en la de Saturrarán. Incluyen fichas con las huellas dactilares de los diez dedos de su mano, los mismas que utilizó para coser en los talleres de la cárcel donde trabajaba, para conseguir ir redimiendo su pena y “reducir” sus años de condena. Eulalia entró en la cárcel con 21 años y salió en torno a 9 años después. Al salir, le hicieron una ficha que la identificaba como liberada condicional, que se conserva hoy en uno de los depósitos del Archivo Histórico Provincial de Huesca.
Conté otros detalles (que no caben en esta entrada del blog) de la odisea de Eulalia durante la guerra; de la chica que nunca fue espía, que sola y simplemente llevó noticias tranquilizadoras a una familia cuando fue a comprar el pan en Ayerbe.
Mil casualidades de la vida me han vuelto unir con su nieta Elena, a la que conocí ofreciendo aquella visita guiada, y con la que comparto nombre. Por eso, pude contactar con ella y decirle que, si le parecía bien, me encantaría incluir la historia de su abuela, como pequeño ejemplo de una de esas fuentes de creación literaria que se guardan a veces en los archivos, y que relaté en el encuentro de escritoras aragonesas Brioleta de Yésero este mes de julio.
Desde aquí, gracias, Elena, por completar y compartir la historia de tu abuela Eulalia; la historia de una chica de a pie, a la que atrapó el remolino de una guerra civil, del que logró salir transformándose en una mujer fuerte, que contaba historias de cuando era joven (de cuando tenía un bonito abrigo o chaqueta de solapas triangulares) a sus nietos.
Para saber más:
– Fotografías de Ayerbe en DARA, año 1937. Fondo Mariano Gómez Zamora. Fototeca DPH.
FOTOS DEL ENCUENTRO DE ESCRITORAS BRIOLETA 2024:
¡MUY RECOMENDABLE BRIOLETA!
Enhorabuena Elena y al resto de las personas que hacen posible estos maravillosos encuentros. A ver cuando puedo asistir alguno… Y una vez más, no me cansaré de repetirlo, los archivos son fiel reflejo de la sociedad en la que nacen y se desarrollan. Tu intervención es una buena muestra de ello. Gracias