LAS PRIORAS DE SIGENA:
Osenda de Lizana (1202 - 1224)Nació en el seno de una de las familias más importantes de la nobleza aragonesa, los Lizana, siendo hermana de Marco Ferriz, de Marquesa y de Rodrigo de Lizana, quien se convirtió en uno de los nobles más influyentes en la corte real hasta su muerte en combate junto al Pedro II en la batalla de Muret. La primera noticia de Osenda de Lizana data del 1 de abril de 1203, ya como priora del monasterio de Sigena, pero desconocemos cómo fue su vida antes de esta fecha. Si, como parece lógico, era hija de Férriz de Huesca, en esas fechas debía tener más de cuarenta años y posiblemente ingresaría en el mencionado monasterio poco después de que fuera fundado por la reina Sancha, como lo hicieron otras mujeres de la nobleza habían formado parte de la corte de ésta monarca. La habían precedido en el cargo Sancha de Abiego, Beatriz de Cabrera y María de Estopiñá.
Fue la última de las prioras que coincidió en el tiempo con la monarca fundadora, y por lo tanto la última que llegó a ocupar el cargo de priora por nombramiento directo de la reina. El primer documento que hemos mencionado es, precisamente, una carta que le dirige la reina Sancha —que en esas fechas había profesado y residía a temporadas en el monasterio de Sigena— para comunicarle que había donado, con licencia de la priora, varios huertos y casas al Concejo de Huesca para ayudar en la construcción del monasterio de Santa María de la Huerta o de Salas, que ella había comenzado y de la cual se había hecho cargo la citada institución. Además, la reina advertía a la priora Ozenda de Lizana de que iba a permanecer un tiempo más en Huesca porque estaba preocupada por la salud de doña Heche —posiblemente Heche de Soteras, una de las primeras dueñas ingresadas en Sigena— y añadía que, cuando volviera a Sigena, lo haría acompañada de varias damas interesadas en profesar en el monasterio.
Como priora, debía recibir a aquellas que querían ingresar en el monasterio; así, Osenda estuvo presente cuando, en marzo de 1206, María, viuda de Pedro Novales, entregó a sus dos hijas, Toda y Estefanía, para que tomaran el hábito de San Juan de Jerusalén y donó como dote una heredad en Huesca llamada Las Montellas, más la doceava parte que tenía en el molino de Lapetra en el río Flumen. O al año siguiente, cuando Guillerma, esposa de Pedro Folch, con el consentimiento de su marido, solicitó ingresar en el monasterio y aportó como dote un censo anual de 15 sueldos, pagaderos en enero, que tenía en unas casas en Lérida que le habían sido dadas por su madre, Ermengarda, como ajuar. En la primavera de 1208 se debió de celebrar la dedicación de la iglesia de Sigena, a la que asistieron tres reinas —la reina viuda Sancha; María, reina de Aragón, mujer de Pedro II, y Constanza, reina de Sicilia, hija de la reina Sancha y hermana de Pedro II— junto con familiares y otros invitados. Sancha, la reina viuda, escribió a Osenda para comunicarle su asistencia, añadiendo además que había recibido noticias del gran maestre de su orden y que le mandaba un maestro de obras para la iglesia.
Los primeros años de su mandato estuvieron marcados por una fuerte crisis económica en el monasterio, puesto que tras el fallecimiento de Sancha de Castilla, su máxima benefactora, la comunidad tuvo que hacer frente a diversos gastos relacionados con la construcción del monasterio. Esto marcó la política llevada a cabo por Osenda, que buscó ampliar el patrimonio territorial primitivo del monasterio a lo largo del Alcanadre y del Flumen. Así, mostró su interés por penetrar en los Monegros, que, por aquel entonces, le aseguraban una buena tierra de labor y magníficos pastos y bosques. Asimismo, aspiró a consolidar y ampliar las posesiones de las ciudades y núcleos periféricos del Somontano oscense, bien a base de donaciones o bien mediante compras.
En este sentido, Pedro II tuvo un destacado papel en la recuperación económica de Sigena, puesto que en 1208 confirmó todas las donaciones hechas por sus progenitores. También entregó el castillo de Siurana y un tiempo después entregó a la priora Osenda de Lizana la villa de Lanaja, a cambio de que se comprometiera a no reclamar las donaciones anteriores, y la localidad de Ballobar, en pago del dinero que el monasterio de Sigena le había prestado. Posesiones que se vieron incrementadas gracias a las donaciones de miembros de la nobleza como Bernardo Gistau, Adam de Pomar o Rodrigo de Lizana, hermano de la priora.
Este rey aragonés también mostró su apoyo al monasterio de otras formas. Así, en 1202 eximió al castellán de Amposta y a la Orden del Hospital de la obligación de responder por las deudas de Sigena, lo que a efectos prácticos significaba dificultar la intervención del castellán sobre el monasterio y su gobierno. Y en su testamento eligió Sigena como lugar de descanso eterno, cláusula que se cumpliría tras su muerte en la batalla de Muret en 1213, puesto que sería enterrado en los terrenos del monasterio junto a un grupo de caballeros que fallecieron junto a él, como Rodrigo de Lizana.
El monasterio sigenense también funcionaba entonces como archivo real. De ahí que Osenda, como priora, recibiera en custodia cuatro cartas relacionadas con la dote y los esponsales de doña Constanza, hermana del rey Pedro II y reina de Sicilia por su segundo matrimonio. Emplazamiento en el que Jaime I, hijo de Pedro II, decidió dejar en custodia las insignias de la coronación de su padre, entregadas a este por el papa de Roma, con la promesa de Osenda de devolvérselas cuando el monarca lo solicitase.
Parece que Osenda ostentó el cargo de priora durante algo más de una veintena de años, puesto que en enero de 1226 había muerto ya. Seguramente durante su mandato se realizarían las maravillosas pinturas murales de la sala capitular del monasterio, de las que se pueden contemplar notables restos —los que quedaron tras el incendio de 1936— en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC).
BIBLIOGRAFÍA
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