Introducción

En algunas ocasiones, y esta es una de ellas, todavía nos sorprendemos de la información tan exhaustiva que nos pueden aportar unos pocos folios que forman las unidades documentales que custodiamos en los Archivos.


La valoración como fuente

En expediente comienza con una instancia (la inmensa mayoría manuscritas, como todo el resto de documentos; la incorporación de impresos o la máquina de escribir, es posterior) de la persona que quiere ser admitida para el examen de ingreso que consistía en un dictado y una operación aritmética.

En dicha instancia, se indicaban ciertos datos personales: edad, lugar de nacimiento, y/o la vecindad (en algunos casos, sorprende, por ejemplo, leer “Marruecos español”), domicilio y el nombre de los padres. Si era admitido (en algunos se dice: sufrió el examen de ingreso en…) y, como normalmente, tenía que tener 10 años, se adjuntaba algún documento que lo acreditase: bien la partida de bautismo (parroquia), o un certificado del registro civil del acta de nacimiento. En ambos casos, consta el nombre, profesión y vecindad de los padres, abuelos paternos y maternos, los padrinos y testigos… Y un certificado médico oficial.

El alumnado, con distintas denominaciones a lo largo del tiempo, era de tres clases, en consonancia con el tipo de acceso que eligiese:

Oficial: el que realizaba los estudios en la misma sede del Instituto
Privado (en algunos casos, también denominado doméstico): el que estudiaba en algún otro centro, pero debía ser examinado examinado en el instituto; recibiendo el nombre de agregados. Son los casos del Colegio de 2ª Enseñanza de Alcañiz (Colegio de Escuelas Pías), o el de las Escuelas Pías de Daroca (Zaragoza), los de La Purísima y Santos Mártires (Terciarias Franciscanas), el de la Institución Teresiana o el de Santo Tomás de Aquino, todos ellos en Teruel capital.
Libre: el que sólo hacía los exámenes y estudiaba en su propio domicilio; en muchas ocasiones, preparados por los maestros del pueblo.

En cada curso, se indicaban las asignaturas de las que el alumn@ se había examinado y sus calificaciones o censuras obtenidas (esta última acepción era como se denominaban, por ejemplo, en el siglo XIX).

Es al cabo de los años, cuando el soporte papel se cambia por el de una cartulina, cuando en la parte superior izquierda de la misma, suele estar la fotografía del alumn@ y también en la de la derecha, cuando se había completado el ciclo de bachiller (esto en menos ocasiones).
Una vez pasado este requisito (se suelen indicar en cada época las asignaturas que tenían que ser probadas o aprobadas), se podía solicitar la aspiración a obtener el Grado de Bachiller. Para ello se tenían que superar dos ejercicios, eliminatorios.

Abundan otro tipo de solicitudes como, por ejemplo, las de matrículas gratuitas (familias con poco recursos o numerosas, hijos de funcionarios, matrículas de honor o en la posguerra por ser “huérfanos de guerra”), traslados de matrícula (tanto de los que venían o se marchaban de Teruel), o de certificados sobre los estudios realizados que les sirviesen para colocarse, opositar o proseguir con sus estudios universitarios.

Hemos detectado que entre los años 1940 a 1946, en estas peticiones se incluyen los certificados de buena conducta del solicitante o de sus progenitores. Conviene recordar, que dichos documentos eran expedidos por el alcalde, el comandante en puesto de la Guardia Civil y el Jefe Local de FET y de las JONS, además, no era infrecuente que también hubiese uno del sacerdote.

Quedan muchas, muchas preguntas y planteamientos que dejamos para los posibles estudiosos de este filón: 10.000 expedientes con su número currens dado en la secretaría del propio centro, desde el nº 1 hasta el 10.000 y desde 1845 a 1946.

El acceso, como siempre, a través de DARA.