La Alacena de Zurita
Alicia Sánchez Lecha
Archivo Diputación Provincial de Zaragoza
La magnitud de la obra de Jerónimo Zurita y de las fuentes, originales y copias, que recopiló para la elaboración de su abundante y fecunda bibliografía, especialmente para los Anales y la Historia del Rey Católico, es evidente. Son muchas las fuentes para el estudio de la formación de la llamada Alacena de Zurita. Ante tanta profu-sión de acontecimientos, de información y fuentes resulta complicado rehacer su contenido inicial y las vicisitudes que ha atravesado hasta la actualidad.
Zurita quiso que a su muerte tanto su biblioteca como su archivo no se perdieran ni dispersaran. En sus últimos años trasladó su librería a la Cartuja de Aula Dei de Zaragoza, donde debería permanecer. Este deseo apenas pudo conseguirse ya que solamente estuvo reunida allí durante un breve tiempo: sólo 44 años después de su muerte. Cuenta Schott que la visitó en Aula Dei: “las hemos visto yo diría que casi enterradas y luchando con polillas y cucarachas”. Años después, el conde-duque de Olivares, en visita a Zaragoza, decidió trasladarla a su biblioteca particular. Tras su muerte, la biblioteca de Olivares, y con ella la de Zurita, se vendieron y dispersaron, yendo a parar gran parte a la Biblioteca Real del Escorial. La documentación de archivo no tuvo mejor suerte que la biblioteca. Igual que en el relato de Schott sobre la biblioteca en Aula Dei, Carlos Riba describe cómo Santiago Penén rescató infolios manuscritos de los Anales de Zurita, de las manos de un tocinero que envolvía su género con ellos.
Pero ¿como fueron las transferencias de libros y documentación? Todavía en vida del cronista, éste entregó muchos de los documentos y libros reunidos a lo largo de los años al rey y a diversos archivos de procedencia. En 1573 los diputados del Reino, preocupados por la pérdida de esta formidable colección documental, escriben a Zurita para que junto a la primera parte de los Anales haga entrega de todos los papeles y documentos que recopiló para su redacción. En 1576 Zurita, a través de su hijo, hizo entrega de documentación: doce ligámenes originales y copias procedentes de Sicilia, junto a la segunda parte de los Anales. Este fondo documental es el origen de la Alacena de Zurita. Conservó en su poder hasta su muerte una pequeña parte para su uso, entregada en testamento a su hijo, quien la legaría a Aula Dei. Dormer cita cómo la documentación solicitada por los diputados del Reino fue devuelta y guardada en el archivo de la Diputación del Reino, en un anaquel o alacena especial para ello, que da origen a su nombre. Tras el fallecimiento de Zurita en 1580, el resto de su documentación, salvo la que legó en usufructo a su hijo, se reintegró al rey, a los archivos reales, a la Inquisición, al Santo Oficio, a la Diputación del Reino. Uztarroz y Dormer en sus Progresos relatan cómo recogieron parte de las escrituras que fueron de Zurita, que posteriormente legarían a la Diputación para incorporarlas a la Alacena. Estos mismos autores, al hablar de los papeles que se guardan en el Archivo del Reino, describen documentación desde Alfonso el Batallador hasta Fernando el Católico.
Manuel de Miguel, en 1783, describe en su inventario la documentación que componía la Alacena: Siete ligámenes entregados por Juan Francisco Andrés en 1649 y veintitrés ligámenes entregados por Zurita. La importancia del inventario de Manuel de Miguel de 1783 es evidente para reconstruir el contenido de la Alacena en el siglo XVIII. Al inicio de su inventario nos confirma que la documentación de Zurita ya no existía en esa época como un conjunto y que en la Alacena se habían confundido los papeles que entregó Zurita, los que entregó su hijo y los que en 1649 entregó Uztarroz. Para esta fecha, 1783, todavía no se había producido ninguno de los acontecimientos que modificarían definitiva-mente el contenido de la Alacena. Acontecimientos históricos que llevaron a la destrucción, quema, venta y dispersión de lo que fue la inicial Alacena de Zurita conservada en el Archivo del Reino.
La voladura e incendio del edificio de la Diputación del Reino en el segundo Sitio de 1809, el traslado de los restos de la documentación a la sede de la Inquisición, asaltada por el pueblo en 1820, y el posterior traslado de los restos de la Alacena al Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza, donde fue nueva-mente asaltada en 1868, con motivo de los festejos de la caída de la monarquía, son los acontecimientos más relevantes de las vicisitudes que atravesó la Alacena.
El trabajo de Eduardo Ibarra, a principios del siglo XX nos describe la documentación que ha llegado hasta la actualidad y se conserva en la Diputación Provincial bajo el epígrafe de la Alacena de Zurita.
La documentación va desde el reinado de Jaime I hasta Felipe II, de 1238 a 1589, y documentación sobre Nápoles y Sicilia desde el siglo XII al XVI.
En 1966 la Diputación Provincial de Zaragoza compró un lote de documentación que perteneció al Archivo del Reino entre los que había algunos que fueron de la Alacena: un cartulario de la orden del Temple del siglo XIV y cuarenta y ocho documentos de 1510 y 1511, inventariados por Ángel Canellas.
A ese fondo hay que añadirle los citados infolios manuscritos de los Anales que rescató Penén. Pero la riqueza documental del legado de Zurita va mas allá de la propia Alacena. Aunque dispersa y de muy complicada reconstrucción, es necesario destacar los fondos de la colección Salazar y Castro de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia. La serie A está formada fundamentalmente por documentos originales de carácter político básicos para la redacción de los Anales y por documentación recopilada por Zurita. En la Biblioteca Nacional el manuscrito 917, que perteneció a Zurita, es una fuente funda-mental para la his-toria de Carlos V. En el futuro es muy posible que sigan siendo necesarios esfuerzos para esclarecer la magnitud de esta impresionante co-lección, fruto de la increíble y selecta recopilación que durante años llevo a cabo Jerónimo Zurita, y por ello considero de interés enumerar algunas de las fuentes fundamentales consultadas para la elaboración de este artículo, y de consulta obligada para una futura reconstrucción: el inventario de Miguel de Manuel de la Alacena de Zurita presentado a la Real Academia de la Historia en 1783; el texto de Eduardo Ibarra sobre los restos del antiguo archivo de la Diputación del Reino de Aragón; los inventarios de la serie A de la colección Salazar y Castro de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia; el artículo de Peter Rassow sobre la colección Salazar de la Real Academia de la Historia; el inventario de la biblioteca de las Escuelas Pías de Alcañiz; el inventario de la viuda de Amusátegui; los inventarios del fondo documental que perteneció a Zurita de Xavier de Salas Boch; los diversos textos de Angel Canellas y cómo no, los Progresos de la Historia en Aragón y vidas de sus cronistas de Uztarroz y Dormer de 1680.