Los notarios han dado fe de las escrituras públicas y privadas desde su aparición, en el siglo XIII, hasta nuestros días. En la mayoría de pueblos y ciudades del reino existía uno o varios notarios nombrados por la monarquía o los concejos.
Para asegurar la veracidad de los documentos expedidos, todos eran copiados en libros o protocolos que, según se ordenaba en los Fueros de Aragón, fueron celosamente custodiados durante siglos.
Gracias a ello, nos han llegado los fondos de decenas de escribanías medievales, como las de Huesca, Teruel, Jaca, Barbastro, Mora de Rubielos, el valle de Tena o Fuentespalda, por citar únicamente las que se pueden consultar en DARA.
Protocolos notariales medievales en DARA